Y de repente entendí cómo se sentía Margo Roth Spiegelman cuando no estaba siendo Margo Roth Spiegelman: vacía. (...)
El error fundamental que siempre había cometido -y que, para ser justos, ella siempre me inducía a cometer- era el siguiente: Margo no era un milagro. No era una aventura. No era algo perfecto y precioso. Era una chica.
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