Páginas

lunes, 8 de septiembre de 2014

Los miserables volumen I, pag 608 y 609, discurso de Grantaire

Quisiera beber. Deseo olvidarme de la vida. La vida es una invención odiosa de no sé quién. No dura nada, no vale nada. Se cansa uno viviendo. La vida es un decorado en el que hay muy poco practicable. La felicidad es un viejo chasis pintado por un solo lado. El Eclesiastés dice: todo es vanidad; yo pienso como ese hombre que tal vez nunca ha existido. El cero, no queriendo ir desnudo se ha vestido de vanidad. ¡Oh, vanidad, que todo lo revistes con grandes palabras! Una cocina es un laboratorio, un bailarín es un profesor, un saltimbanqui es un gimnasta, un boxeador es un pugilista, un boticario es un químico, un peluquero es un artista, un albañil es un arquitecto, un jockey es un deportista, un escarabajo es un pterigibranquio. La vanidad tiene un reverso y un anverso; el anverso es tonto, es el negro con sus cuentas de crisstal; el reverso es necio, es el filósofo con sus andrajos. LLoro sobre el uno y río sobre el otro. Esto que se llama honores y dignidades, e incluso el honor y la dignidad mismos, son generalmente oropeles. Los reyes juegan con el orgullo humano. Cañígula hizo cónsul a un caballo; Carlos II hizo caballero a un solomillo de vaca. Pavoneaos ahora entre el cóncul Incitatus y el barón Roastbeef. En cuanto al valor intrínseco de las gentes, no es mucho más digno de respeto. Escuchad el panegírico que el vecino hace del vecino. Lo blanco sobre lo blanco es feroz; si la flor de lis hablara, ¡Cómo pondría a la paloma! Una hipócrita que habla de una devota es más venenosa que el áspid y que el búngaro azul. Es una pena que yo sea un ignorante, pues os citaría una multitud de cosas; pero no sé nada. (...)
Me río de vuestras perfecciones, excelencias y cualidades. Toda cualidad se pierde en un un defecto; la economía linda con la avaricia, la generosidad con la prodigalidad, la bravura con la fanfarronería; mucha piedad, es decir, fanatismo; hay tantos vicios en la virtud como agujeros en el manto de diógenes. ¿A quién admiráis, al muerto o al matador? ¿A César  o a Bruto? Generalmente, al matador. ¡Viva Bruto!, porque mató. Esto es la virtud. Virtud, sí, pero locura también. Estos grandes hombres tienen faltas muy curiosas. El Bruto que mató a César estaba enamorado de la estatua de u niño. Esta estatua era del escultor griego Estrongilion, quien había esculpido también esa figura de amazona llamada Bella-Pierna, Eucnemos, que Nerón llevaba consigo en sus viajes. Este Estrongilion no ha dejado más que dos estatuas, que han puesto de acuerdo a Bruto y a Nerón: Bruto estaba enamorado de una, Nerón de la otra. Toda la historia no es más que una continua repetición, un siglo es plagiario de otro (...)
Hago poco  caso de la victoria. Nada resulta tan estúpido como vencer; la verdadera gloria es convencer ¡Pero tratad de probarme algo! Os contentáis con el éxito, ¡qué medianías! y con conquistar, ¡qué miseria! ¡Ay!, vanidad y vileza en todo. Todo obedece al éxito, incluso la gramática.

No hay comentarios:

Publicar un comentario