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domingo, 3 de agosto de 2014

Los miserables, pag 218

Querer prohibir a la imaginación que vuelva a una idea, es lo mismo que querer prohibir al mar que vuela a la playa. Para el marinero este fenómeno se llama marea; para el culpable, se llama remordimiento. Dios agita las almas lo mismo que el océano(...)

Es cierto que el hombre se habla a sí mismo; no hay ningún ser pensante que no lo haya experimentado. Puede decirse, incluso, que el verbo no alcanza a ser tan magnífico misterio más que cuando, en el interior del hombre, va del pensamiento a la conciencia y vuelve de la conciencia al pensamiento. Únicamente en este sentido es preciso entender las palabras empleadas a menudo en este capítulo, "dijo", "exclamó". Se dice, se habla, se exclama en la interioridad, sin que sea roto el silencio exterior. Hay un gran tumulto; todo habla en nosotros, excepto la boca. Las realidades del alma, no por no ser visibles ni palpables, son menos realidades.

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