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lunes, 4 de abril de 2011

3.19

Hace siete años se produjo casualmente en el hospital de la ciudad de Teresa un complicado caso de enfermedad cerebral a causa de la cual llamaron a urgencia a consulta al director del hospital de Tomás. Pero el director tenía casualmente una ciática y no podía moverse y en su lugar envió a Tomás a aquel hopital local. En la ciudad había cinco hoteles, pero Tomás fue a parar casualmente justo a aquel donde trabajaba Teresa. Casualmente le sobró un poco de tiempo para ir al restaurante antes de la salida de su tren. Teresa, casualmente, estaba de servicio y casualmente atendió la mesa de Tomás.

Hizo falta que se produjeran seis casualidades para empujar a Tomás hacia Teresa. Como si él mismo no tuviera ganas. Cuando Tomás regresó de Zurich a Prada le invadió una sensación de malestar al pensar que su encuentro con Teresa había sido producido por seis casualidades improvables.

Pero un acontecimiento ¿no es tanto más significativo y privilegiado cuántas más veces más casualidades sean necesarias para producirlo? Sólo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Sólo la casualidad nos habla. No es la necesidad sino la casualidad la que está llena de encantos. Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento como los pájaros hacia los hombros de San Francisco de Asis.

-Qué clase de pájaros?

-Buitres

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